Una tarde, un día entero y medio día más en Vientiane, la capital de Laos, me parecieron un siglo. Se me hizo eterno el calor, la humedad, la falta de paisaje para recorrer y la espera de mi partida a Bangkok al encuentro con David.

La capital de Laos, Vientián, es un lugar tranquilo, con no tantos coches y motos como podría verse en la capital de Vietnam o Camboya, pero lo que mata es el calor húmedo que te aplasta. Me era imposible encontrar una esquina o una sombra de corriera un poco el aire.

En Vientián visité algunos templos que imaginarán que después de un mes y una semana recorriendo el Sudeste Asiático ya me parecen todos iguales pero me gusta ponerme a jugar a sacar las 7 diferencias y siempre les hago unas fotos y de vez en cuando entro y trato de meditar.

A diferencia de otros templos, el Sisaket, que está al lado del Palacio de gobierno de Laos, tiene una colección de budas que rodean el patio del templo que me pareció muy curiosa de ver. Además había algunos tramos a la sombra que me permitieron refugiarme del sol.

Aunque el calor no invitaba a pasear también me fui caminando hasta la Puerta de la Victoria o Patuxai, que es un como el arco del triunfo francés y no pega mucho con la arquitectura del lugar pero es bonito y está en un parque que da un poco de aire a la ciudad.

De Patuxai decidí que ya que estaba en el baile iba a bailar así que seguí caminando hasta el Pha That Luang, donde está la stupa dorada gigante, un monumento del cual están orgullosos los laosianos. Cuando llegué ya estaba cerrado pero pude darle una vuelta por fuera y sí que es llamativo.

Como para pasar el tiempo y conocer algo más de la ciudad, el día que tenía entero me fui al Parque Buda que data del año 1958 y que tiene un montón de esculturas de hormigón no solo de Buda sino de otras figuras y dioses. La más llamativa es la de la entrada con forma de calabaza con un árbol sobre ella. A esta se puede acceder por una boca gigante.

Del Parque Buda otra estatua que me gustó mucho fue la del Buda gigante en posición de meditación acostado. Pero había otras muchas más con formas raras y curiosas que hacen interesante la excursión a este parque, que dicho sea de paso es una de las pocas cosas que encontré para hacer en Vientián.

Mi visita a la ciudad terminó prácticamente esa noche con un paseo por el mercado nocturno, por la feria donde los locales tiran dardos a los globos y por el río donde me encontré con mujeres haciendo tai chi con música colombiana. Un momento muy surrealista.

El último día, entre la ansiedad de la espera del bus que me llevaría a Bangkog y el calor que hacía poco hice más que pasearme por el mercado de día, que está repartido entre tres o cuatro edificios que por momentos huelen a té, y que es como un laberinto del que casi no salgo. Y esa fue mi despedida de Vientián y de Laos.
Próximoi destino: Chiang Mai, en Tailandia, con David 🙂