Mendoza es una de esas provincias de la Argentina que enamoran y que te dejan con ganas de volver a verla. Solo fuimos por cuatro días y casi no pisamos la ciudad porque nos hospedamos en una cabaña en Potrerillos, pero fue un viaje inolvidable.

Llegamos a la ciudad de Mendoza el viernes por la mañana. El vuelo ida y vuelta desde Buenos Aires nos costó unos 230€ al cambio oficial ($2400) del momento. En el aeropuerto alquilamos un coche porque no había forma fácil de llegar a Potrerillos sin él. Y nos vino muy bien para hacer las excursiones por nuestra cuenta: tanto la de montaña como la de las bodegas de vino.
La cabaña que teníamos reservada en Potrerillos resultó ser encantadora. Fue una sorpresa, regalo de bodas de una pareja amiga. Así que no teníamos ni idea donde nos hospedaríamos hasta que llegamos los cuatro, una hora y media después de aterrizar en Mendoza capital. Lo mejor eran las vistas a la pre cordillera andina que aún conservaba nieve a principios de septiembre. Era viernes y aún teníamos que trabajar pero el entorno agradable de las cabañas hizo la tarde muy amena.

Después nos fuimos a comer a un restaurante del pueblo, La Escondida, donde probé por primera vez solomillo al vino tinto que estaba delicioso. Y más tarde, después de terminar de trabajar, nos fuimos a merendar a la cafetería Hansel & Gretel en la zona alta de Potrerillos, un hermoso lugar donde sentirse muy cómodo gracias a la hospitalidad de sus dueños.

Excursión de alta montaña
El sábado emprendimos viaje hacia Uspallata, donde alquilamos cadenas para las ruedas y nos fuimos hacia el Puente del Inca, una formación rocosa con una carcasa ferruginosa que crea un puente natural que cruza el río Las Cuevas. Debajo del puente, a orillas del río, hay un hotel de aguas termales abandonado hace años y recubierto por los mismos sedimentos minerales. Los colores de los minerales hacen del puente un paisaje curioso.

Desde el Puente del Inca nos fuimos al Parque provincial del Cerro Aconcagua, donde hicimos una mini excursión para ver de cerca uno de los picos más altos del mundo (el Aconcagua es la segunda cumbre terrestre de mayor altura relativa detrás del Everest). Y disfrutamos de la belleza de la Cordillera de los Andes en su mayor expresión.

Queríamos ver el Cristo Redentor pero la ruta estaba cerrada por la nieve así que solo pudimos llegar hasta el último pueblo antes de cruzar a Chile: Las Cuevas. Descubrimos este pueblo sin saber nada de él y tras atravesar un túnel así que cuando se hizo la luz, las casas de techo alpino y la montaña nevadas nos dejaron boquiabiertos. Había tanta nieve que nos pusimos a jugar como niños pequeños, para después degustar unos deliciosos platos típicos en el restaurante Arco de las Cuevas para entrar en calor.
Excursión a los viñedos y a la bodega La Azul
El domingo nos fuimos a pasar el día a la zona de Tupungato, y visitar los viñedos. Mendoza es una provincia hermosa y sus paisajes cambian cada pocos kilómetros. Ya lo habíamos experimentado el día anterior camino hacia el cerro Aconcagua y volvió a ocurrirnos camino a los viñedos. Estábamos tan maravillados con las vistas que no paramos de hacernos fotos con ellas de fondo.

Teníamos la idea de visitar viñedos y bodegas pero no sabíamos bien por donde empezar así que nos decidimos por la bodega mejor valorada en Tripadvisor: la bodega La Azul. Y no pudimos haber elegido mejor. Pasamos un día increíblemente maravilloso junto a nuestros amigos españoles que quedaron encantados con la belleza del lugar y la simpatía y calidez de su gente. La Bodega La Azul es un negocio familiar que tiene además un pequeño restaurante al aire libre donde se pueden degustar los vinos de la casa con los exquisitos platos tradicionales. Comimos maravillosamente y desde ese día nos empezó a gustar el vino.

Pero no solo la comida y la bebida convirtieron nuestra excursión en una de las mejores experiencias de nuestras vidas, sino también el entorno de viñedos y montaña y la amabilidad y simpatía de su gente. Pasamos horas en el lugar y terminamos la tarde escuchando el guitarreo y el canto de la familia de la Bodega La Azul. Realmente, un día inolvidable.

Si tuviera que resumir en pocas palabras este viaje de cuatro días a Mendoza lo haría diciendo que fue un viaje lleno de momentos mágicos y paisajes increíbles. Mendoza es, sin duda, uno de los sitios a los que no dudaría en regresar.