Viajamos desde Calafate a Ushuaia en avión continuando nuestra Luna de Miel por el sur argentino. Nos esperaban cuatro días de paseos por la ciudad, excursiones, visita a antiguas estancias, recorrido por el Parque Natural de Tierra del Fuego y los paisajes más hermosos del mundo.
¿Alguna vez les conté que me encantan los mapas? Imagínense ver un mapa desde el aire. Eso fue lo que nos pareció ver cuando cruzamos hacia la provincia de Tierra del Fuego en avión. Un mapa con relieve marcado principalmente por los Andes fueguinos. Una entrada espectacular que nos emocionó a ambos no solo como argentinos sino como viajeros. Y así fue como llegamos a Ushuaia, «la ciudad más austral del mundo».
¿Dónde nos alojamos?
Nos hospedamos en la Hostería Ushuaia Green House con menos lujos que en Calafate pero con una atención excelente y unas vistas maravillosas tanto desde el comedor como desde nuestra habitación. Un paisaje de paz que anticipaba lo que sería nuestra estadía en tierras fueguinas.
A pesar de ser una ciudad muy conocida y muy frecuentada por turistas, la zona por donde estábamos, un poco alejada del centro, nos resultó familiar y tranquila.
¿Qué ver en Ushuaia en cuatro días?
Aprovechamos un paseo por el centro para reservar la excursión del día siguiente y tomarnos una cervecita en un bar del centro que resultaron ser solo cuatro o cinco calles de negocios y restaurantes que terminan en la famosa cárcel del fin del mundo. Visita que dejamos para el final.
Al día siguiente nos embarcamos rumbo al Faro Les Éclaireurs y a la estancia más al sur del Planeta, navegando por las aguas del Canal Beagle. Y entre tantos nombres extranjeros el lector podría pensar que nos transportamos a Europa pero no, seguimos en la Argentina, en Tierra del Fuego concretamente. Y al Canal de Beagle también podríamos llamarlo Onashaga que significa «canal de los onas» en idioma yagán, la lengua de los habitantes primitivos de la zona.
Faro Les Eclaireurs, Canal de Beagle, Tierra del Fuego, Argentina, noviembre 2014
La estancia del fin del mundo
Navegar por en Canal de Beagle y ver tantos pingüinos juntos en una isla fue una de las experiencias más lindas del viaje. Y aún nos esperaba algo más: llegar a la Estancia del fin del mundo. Un lugar idílico. Prados verdes, casitas blancas, fondo de montaña nevada y un marco de aguas tranquilas. No me sorprendió cuando le pregunté a la chica que nos atendió en el único restaurante de la estancia ¿qué hacía una chica de la Capital por ahí? y me respondió «vivo en el Paraíso».
Estancia Harberton, Tierra del Fuego, Argentina, noviembre 2014
La Estancia Harberton está rodeada de montes, lagunas, ríos y todo tipo de fauna local, de la que nos podemos informar en el Museo Acatushun de aves y mamíferos australes. Los propietarios de la Estancia Harberton hoy en día son Thomas Goodall, bisnieto del primer habitante de la misma, y su mujer Rae Natalie Prosser, una bióloga estadounidense muy dedicada al Museo y a la conservación de las especies.
Castores en el sur argentino, especie invasora
El regreso de la estancia a Ushuaia fue en un autobús y pasamos por antiguos bosques convertidos en castoreras. Al principio llaman la atención y te genera cierta admiración el trabajo que han hecho los castores pero al saber que son una especie invasora dañina con la fauna y flora local, nos entristeció. Otra cosa curiosa que vimos en el camino son los árboles doblados por la fuerza del viento y alguno incluso parecía una mujer con los brazos abiertos hacia el cielo.
Parque Nacional Tierra del Fuego
Al día siguiente, nos fuimos a recorrer el Parque Nacional Tierra del Fuego, casi 70 mil hectáreas de bosque, ríos, lagos, picos y valles. Allí pasamos el día entero, recorrimos Bahía Lapataia, descansamos junto a las lagunas, admiramos los colores de las turberas y pasamos un día inolvidable. Es uno de esos paisajes que repetiría algún día.
El viaje continuó al día siguiente en la Cárcel del fin del mundo: el Penal de Ushuaia. Fue una cárcel que funcionó en Argentina entre 1904 y 1947, destinada a delincuentes comunes reincidentes pero también a otros de alta peligrosidad. Es más que un museo de historia, es un recuerdo viviente de un pasado no tan remoto. Alguno de sus pabellones han sido reconstruidos pero otros están intactos y el paseo por ellos da escalofríos.
Para dar finalizado nuestra estadía en Ushuaia, el último día, nos fuimos a pasear por los alrededores de la Hostería Green House, un barrio de chalets y cabañas rodeadas de árboles. Siguiendo las recomendaciones del dueño de la Hostería, que fue muy amable en todo momento con nosotros, seguimos un sendero que nos llevó a un pequeño bosque y de ahí sin quererlo llegamos a orillas del Canal Beagle. El aire fresco de la costa nos recordó que estábamos al sur de la Argentina, al sur del continente, nos recordó que estábamos en el Fin del Mundo.
David ,el mejor viaje nuestra Patagonia Argentina es un lugar tan magico ,yo gracias a Dios he tenido igual que ustedes conocer todas estas maravillas ,incluso viajando afuera que tambien hay cosas bellas pero nuestro país es rico y debemos imponer que todos lo conozcan ,un beso grande y hermoso lo que realizaron tú esposa y vos
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