Hanoi es mucho más que la capital de Vietnam, es mucho más que la base para tomar el tren a Sapa o visitar la Bahía de Halong. Hanoi es una ciudad para vivirla, para recorrerla y reírse con ella. Es una ciudad llena de vida. Una ciudad en movimiento.
Cuando mi amiga Lavinia me dijo que yo eligiera qué quería hacer o ver en Hanoi no lo dudé, le dije «demos una vuelta». Me encanta conocer las ciudades de esa forma y luego mirar en el mapa por donde anduve o buscar aquel el lago que quizás no encontré.
Sin pausa pero sin prisa, caminamos por la ciudad. Lo primero que pensé esa mañana fue ¡está lleno de ferreterías! y lo segundo ¡¿Cómo puede haber tanta gente desplazándose de un lado al otro tan temprano?! Como respuesta, obtuve el constante movimiento de la ciudad que me ignoró por completo. Si quería entenderla, tenía que seguir caminando.
Había visto en fotos una pagoda en el medio de un lago más grande así que quise ir a conocerlo. Ubicamos en el mapa el lago y estaba muy cerca. Allá fuimos. Es linda la imagen de la pagoda en el medio del lago y seguramente sea interesante acceder al puente que está antes y conocer su historia pero yo quería conocer la ciudad a través de su gente así que seguimos nuestro camino.
El lago me encantó. Al ser sábado hay muchísimos jóvenes divirtiéndose en grupo o besándose en pareja. Los grupos de amigos van todos juntos y a los gritos y se ríen cuando nos cruzan. Unos, incluso se quisieron tomar fotos con nosotros y darnos la mano como si fuéramos famosas. Querían practicar su inglés así que nos hicieron preguntas de rutina y siguieron su camino riendo.
De repente, una mujer me agarró de la mano sin soltar con su otra mano el teléfono móvil desde donde salía la música que ella estaba bailando. «1, 2, cha, cha, chá!» gritaba y me indicaba que le siguiera el paso. «1, 2, cha cha chá» bailaba otra vez y me sonreía. Me dejé llevar y me reí tanto. ¡Cuánta energía mañanera! Creo que tengo que apodar a esta ciudad la ciudad enérgica y en movimiento. Al rato, nos despedimos de ella y seguimos nuestro camino.
Entre vendedores de tarjetas de papel hechas a mano con dibujos exquisitos, adolescentes riendo, niños dando sus primeros pasos, abuelas haciendo yoga, conocimos a la gente de la ciudad.
Aprovechamos también el lago para sentarnos en un improvisado bar en un costado y reflexionar el tiempo viajado juntas. Era el último día de Lavinia conmigo así que hicimos un poco de catarsis. Fueron veinte días juntas y daba para mucho. Cuando estás de viaje todos los sentimientos se intensifican y valoras mucho más todo. En mi caso creo que aprendí a valorar lo que soy, lo que tengo y a los que me rodean. Al final, como predico en mi otro blog, se trata de disfrutar la vida hoy, no?
Más tarde le tocó el turno al centro, a las callecitas angostas, a la zona donde nos hospedamos. Dimos vueltas y nos sentamos a comer. A los cinco minutos, empezó a llover. La suerte estaba de nuestro lado. Quizás, pararía para cuando termináramos de comer. Pero cada vez llovía más y nos tuvieron que trasladar dentro. Compartimos mesa con una pareja mayor de italianos que hacían el viaje por Vietnam al revés, hacia abajo. Conversamos hasta que nuestro «ginger tea» se acabó y la lluvia paró. De camino al hotel, visitamos una pagoda con influencias chinas.
Hacía unos días que no nos dabamos masajes así que una duchita, una siesta y un masaje parecían la despedida perfecta para la viajera que se vuelve a Europa. Los masajes resultaron más caros que en el resto de Vietnam pero más baratos que en España, claro está. Yo me hice algo de reflexología para mimar a mis pobres órganos. Y así relajaditas nos fuimos en busca de un licuado de frutas a pie de calle para seguir observando la vida de la ciudad. Ahora nocturna y con más turistas. Un vendedor de globos, una señora que vende pastelitos dulces. Todo fluye. Hanoi en movimiento.
Quedamos con nuestros recientes amigos chilenos y nos fuimos a cenar, a las mini sillitas y mesitas de las calles, a la calle más caótica, al bullicio, adonde la gente local invade las esquinas y el centro de la calle también, para comer y beber. Todo es un caos, se escuchan risas, gritos, comandas, saludos, y más risas. La vida social en Hanoi es aún más intensa si cabe que en Ho Chi Minh. Y el movimiento continúa mientras nosotros disfrutamos de unas sabrosas tapas vietnamitas antes de irnos a recorrer el mercado nocturno, tomar un helado y a dormir. Y todo fluye…
Próximo destino: Bahía de Halong.