El viaje por el Sudeste Asiático llegaba a su fin y nuestra última parada nos estaba esperando: Bangkok, la capital de Tailandia. Había estado ya dos veces sin visitarla, atravesándola en bus y en taxi, para cambiar de aeropuerto y cuando llegué en bus desde Laos. Pero ¿conocía algo de Bangkog? Solo su autopista y su tráfico caótico.
Bangkog es la capital de Tailandia y la puerta al Sudeste Asiático. Es punto casi obligado si se quiere ir a las islas o al norte y es un lugar al que sé que tendré que volver. Esa es la razón por la cual decidimos pasar solo dos o tres días. De hecho, uno de los días la abandonamos para irnos a visitar Ayutaya, con mucho más encanto y menos caos.

¿Qué hacer en Bangkok?
Como siempre digo, acá les voy a contar lo que nosotros decidimos hacer en Bangkok que posiblemente no sea todo lo que hay que hacer o que se puede hacer en Bangkok.
Lo primero, tomar el tren por los aires, el Skyline, que te pasea alrededor de edificios altos y te permite apreciar Bangkok desde unos 10 metros sobre el suelo y en ocasiones un poco más. El servicio nos pareció muy bueno y disfrutamos del viaje más que si estuvieramos en el metro de Madrid.

Callejear por la ciudad. A mí es lo que más me apasiona. Caminar por los barrios y descubrir como viven los habitantes de Bangkok. Nosotros iniciamos nuestra caminata por los alrededores de donde nos hospedábamos: el Hostel Blur Bangkok. Adentrarse en los mercados ambulantes y en los templos que están de paso es una forma de conocer Bangkok. También lo es cenar unos pinchitos en su mercado nocturno (teniendo cuidado con el agua no embotellada que puede intoxicarnos si no estamos acostumbrados) y hacerte amiga del que vende los mejores palitos de pollo de la calle.

Caminando por aquí y por allá, terminamos en algún lugar cerca del río Chao Phraya donde las vistas nos permitieron apreciar la inmensidad de Bangkok.
Una recomendación es tomar el ferry en el muelle más cercano y bajarse en las paradas que se quiera: todos los puntos turísticos tienen una parada cercana. Y el paseo por el río tiene su encanto.
Nuestra primera parada, después del Skyline, de la caminata por los alrededores del hotel y del paseo en barco, fue el Wat Pho, el templo donde está el Buda inclinado. Un Buda dorado enorme que apenas cabe en el espacio que le han designado. Un templo rodeado de estupas. Sí, otra vez estupas por todas partes, preciosas, de colores.

Segunda parada de nuestra caminata: el Gran Palacio. La verdad es que no entramos. Nos pareció terriblemente caro y decidimos mirarlo por fuera y seguir camino. El día estaba hermoso y no merecía la pena pagar tanto por meterse dentro a ver objetos caros antiguos.
Y la caminata de este día terminó en la famosa Khao San Road, tomando una cervecita en un local mexicano rodeados de mochileros de todas partes del mundo. Así es esa calle desde hace unos treinta años: un mundo de viajeros. Nosotros no nos hospedamos aquí porque preferíamos alejarnos de las noches de fiesta y alcohol para descansar en lo que serían nuestros últimos días lejos de casa.

Ayutaya
Ayutaya es una ciudad hermosa. Es para escribir otro post aparte sobre ella y posiblemente lo haga así que no voy a contar mucho acá pero me gustaría compartir una foto que me gustó mucho aunque sea algo típico que seguro habrán visto en otros blogs: la cabeza de Buda dentro del árbol.

Loi Krathong
Desde que empezamos a hablar de ir a Tailandia teníamos en mente el Loi Krathong. Si coinseguíamos viajar a finales de noviembre al país podríamos presenciar el festival de Krathongs y lámparas en el cielo. Lo que no sabíamos es que en 2015 no habría lámparas en el cielo de Bangkok debido a incendios de otros años. Así que nos perdimos el espectáculo de lámparas que tanto queríamos ver pero vivimos otra experiencia: hicimos nuestros propios Krathongs y los llevamos al río junto a la gente de nuestro hostel.

La mala experiencia vino después cuando vimos cómo se estaban robando los Krathongs en busca de monedas, un poco más allá de donde estábamos. Y eso no fue todo. Había cuatro o cinco personas nadando en el río, agazapados en la oscuridad para atrapar los Krathongs que se perdían hacia esa zona. Y nos dio mucha pena en los dos sentidos: por un lado nos dio pena que alguien se robe la ilusión de otros depositada en un trozo de hojas y flores; y por otro nos dio pena que haya gente tan pobre que tenga que recurrir a semejante situación peligrosa y humillante para ganar unas simples monedas que puede o no contener el Krathong. Muy triste, la verdad.
Camino del río al hotel, vimos los fuegos artificiales romper en el cielo de Bangkok. Las luces se reflejaban en los edificios frente al río. La última noche en la ciudad llegaba a su fin.

Barrio Chino
El último día en Bangkok lo pasamos recorriendo el Barrio Chino. Estuvimos caminando entre carteles en letras chinas, joyerías repletas de gente, templos chinos, calendarios chinos colgando de los techos de locales abarrotados y telas y bijuteri en los mercados locales.

Y así terminó nuestro viaje a Bangkok, y a la vez nuestro viaje por Tailandia que había tenido momentos maravillosos como la llegada a la isla de los monos nadando desde la barca taxi o el descanso en la laguna Phi Lee o en las playas de Ko Lanta o el baño con los elefantes en Chiang Mai.
Así se acabó también mi viaje por el Sudeste asiático, un descubrimiento personal a la vez que un viaje único e inolvidable en muchos sentidos.
Lo de encontrarte con fuegos artificiales de camino al hotel debe ser una pasada 😉
Sí! nos quedamos mirándolos ahí parados pero en Bangkok quedarse mucho rato así es difícil y más en un día festivo: la gente iba y venía como una marea.