Machupichu: la felicidad de alcanzar un sueño

Este artículo es parte de una serie de relatos que forman parte de Mi propio viaje por Latinoamérica.
Cuando era chica soñaba con aprender algún día el idioma quechua y conocer tierras incaicas. Y entre esos sueños me imaginaba un día paseando por Machupichu y admirando sus construcciones para comprender al Gran Imperio y su gente. Y ese pedacito de sueño un día se hizo realidad.
Cuando una sueña tanto con algo, lo imagina, lo planea, lo siente, pero nada se parece al momento en que una se da cuenta que ha alcanzado ese sueño, que se ha hecho realidad. Y es en ese momento cuando las lágrimas afloran solas sin más, sin preámbulos, sin aviso, salen y ruedan hasta el suelo envolviendo de magia ese instante. Eso me pasó al llegar a Machupichu.
Llegamos a Machupichu después de subir los 2500 escalones que van desde Aguas Calientes a las ruinas. Llegamos cansados, extenuados, fusilados, pero felices.
Pero mejor empecemos por el principio, por la salida de Cuzco el día anterior:
Después de pasar la noche el La Posada del Viajero, Felicitas nos vino a buscar para ir juntos hasta La Plaza de Armas desde donde partía nuestro minibús hacia la Hidroeléctrica, lugar donde tenía inicio nuestra caminata de algo más de dos horas para llegar al pueblo de Aguas Calientes, antes de que caiga la noche.
El camino hasta la Hidroeléctrica es muy bonito; pasa por Ollantaytambo, un poblado incaico a 90 km de Cuzco que tiene mucho encanto; y por Santa Teresa, donde las agencias paran para comer algo más de media hora. El viaje se hace un poco largo porque estar dentro de una mini van tantas horas hace que se te entumezca todo pero creo que es la mejor opción si no has tenido la oportunidad de hacer el Camino del Inca.
Artesanías en Ollantaytambo, de Cuzco a la Hidroeléctrica, Perú, 2014
Cuando llegamos a la Hidroeléctrica ya habíamos hecho amigos: una pareja de chilenos más jóvenes que estaban de vacaciones como nosotros. Iniciamos la caminata con toda la ilusión del mundo, subimos por en medio del paisaje húmedo y selvático, caminamos junto al río, sobre las rocas o junto a las vías del tren que no pasaría hasta última hora de la tarde.
Camino de la Hidroeléctrica hacia Aguas Calientes, Machupichu, Perú, 2014
Camino de la Hidroeléctrica a Machupichu, Perú, 2014
Camino de Hidroeléctrica a Aguas Calientes, Machupichu, Perú, 2014
Llegamos a Aguas Calientes con nuestras últimas energías, con mucha hambre y con ganas de una buena ducha. Sin embargo, tuvimos que esperar más de una hora para que nuestro guía apareciera.
El guía nos acompañó a comprar las entradas para entrar a Machupichu a la mañana siguiente. 
Como ya las teníamos pagas y nos esperábamos que nos dijeran que teníamos que entrar a comprarlas, hubo un rato de confusión y malestar pero al parecer funciona así: los guías devuelven el dinero que uno le pagó por la entrada a Machupichu y le hacen comprarla a uno mismo. Otra confusión se genera cuando ves que las entradas son para entrar dentro de un mes. El guía nos aseguró que no pasaba nada pero hasta que no estuvimos dentro de Machupichu no nos quedamos tranquilos. Allí otro guía nos contaría que eso es parte de una trampa a la que se presta el gobierno para sortear las condiciones de capacidad por día que le pone la UNESCO como entidad encargada de haber nombrado a Machupichu Patrimonio de la Humanidad. Sin comentarios.
La cena que viene después de esos ratos amargos, es muy buena. Lo pasamos bien charlando con nuestros nuevos amigos chilenos. Paseamos un poco por las callecitas de Aguas Calientes, me compré un bolso de tejido típico peruano y algún imán para regalar. Y a dormir, que al otro día habría que levantarse a las 4 am.
De Aguas Calientes a Machupichu
Antes de las 4.30 am estábamos listos para subir a Machupichu, en la plaza principal de Aguas Calientes. Llovía mucho y finito. Hacía frío. La excursión no pintaba bien. Íbamos con una linterna ecológica que en esa ocasión no resultaba útil porque te ocupa las manos al tener que darle a la manivela que la recarga. Caminamos hacia el primer control de pasaporte y entrada por un camino embarrado y lleno de charcos que a duras penas veíamos a tiempo para sortear. La cola de espera era inmensa. Y se hizo aún más inmensa detrás nuestro.
A las 5 am comenzamos a subir las escaleras hacia Machupichu. Teníamos que llegar a las 6.15 am, hora en que habíamos quedado con nuestro guía para entrar todos juntos en grupo. Era imposible ya que decían que se tardaba una hora y media en subir. De todas formas, el grupo esperaría hasta las 6.45 am si no habían llegado todos los integrantes. Así que teníamos algo de ventaja pero no demasiada.
Subiendo de Aguas Calientes a Machupichu, Perú, 2014
Son 2500 escalones para subir a Machupichu. Hay descansos pero no muchos. Los escalones son altos. La escalera va haciendo zigzag. Y la verdad es que nos costó mucho más de lo que imaginábamos. Nunca habíamos subido tantos escalones en nuestras vidas. Hubo momentos en que pensamos que no llegaríamos, que era imposible, que tendríamos que volver y comprar los pasajes de bus de subida. Nos faltaba el aire, las piernas nos temblaban. Nos dimos cuenta que estábamos fuera de estado y que el mal de altura no ayudaba. Dos veces estuvimos a punto de renunciar y nos animamos el uno al otro. “Llegamos hasta acá, ahora no podemos bajar los brazos, hay que llegar, tenemos que subir para ver Machupichu”. “Dale, vos podés, podemos, juntos podemos, tenemos que llegar, no se puede volver atrás”.
Y llegamos.
Dos horas más tarde de haber iniciado el ascenso, llegamos al final de la bendita escalera incaica. El grupo ya se había ido. No hacía mucho. Hacía quince minutos que habían entrado. Lo supimos después. Pero no veíamos la banderita por ninguna parte. Encontramos otro grupo que se llamaba igual y nos unimos. Nadie se dio cuenta.  A lo mejor nuestro grupo estaba dividido en dos. Lástima que no estaban nuestros amigos chilenos para compartir la experiencia, porque habían ido delante.
Ya nada importaba. Estábamos en Machupichu. El dolor y el cansancio se habían quedado atrás. La emoción por haber llegado y estar contemplando uno de los lugares más maravillosos del mundo, era plena. Nos invadía.
Machupichu, Perú, 2014, Disfrutarlavidahoy.com
Machupichu, Perú, 2014, Disfrutarlavidahoy.com
Recorrimos todo, de punta a punta, escuchando atentamente las explicaciones del guía. Admiramos las construcciones, contemplando el paisaje, las montañas, la niebla que poco a poco se retiraba junto con las nubes, las llamas que pastaban acá y allá, las escaleras, los caminos. Todo lo que nos rodeaba era digno de admiración.
Machupichu, Perú, 2014, Disfrutarlavidahoy.com
Cuando la visita guiada terminó, nos quedaba una cosa que hacer antes de irnos a tomar el bus que nos bajaría a Aguas Calientes: subir a la cima de Machupichu y contemplar las ruinas de la ciudad incaica y la montaña Waynapichu desde lo alto. Y lo hicimos. Y nos sentamos en el borde de una terraza a descansar. Y fue en ese momento cuando nos dimos cuenta que habíamos cumplido un gran sueño, de esos por los que merece la pena luchar, contra la falta de aire, las escaleras, el frío, la lluvia, contra todo. Merece la pena.

Un sueño cumplido llena el alma de felicidad.
Cima de Machupichu, Perú, 2014.

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