El segundo día en Sok San Long Beach en Ko Rong (Camboya) fue intenso. Después de ver el amanecer, desayunamos omelette y frutas para cargas pilas. Luego me di un baño en las aguas cristalinas. Y un rato después salimos con un grupo de turistas y locales de excursión.
El baño en el mar fue hermoso. Me encanta nadar y hacer snorkel. Me siento como un pez nadando sin rumbo. Es una sensación que disfruto mucho aunque a veces no haya más que arena que ver debajo del agua. Ésta vez había algo más: un pez globo comiendo los depósitos que se acumulan en las vigas de madera que sostienen el muelle por el que llegamos a la isla. No se asustó así que no infló pero sí huyó de mí. Los que no se percataron de mi fueron otros peces más pequeñitos casi transparentes que nadaban en cardumen de un lado al otro sin parar. Qué mundo maravilloso hay debajo del mar.
El desayuno estuvo excelente, sobre todo por las vistas. Y lo mejor estaba por venir. Los chicos del restaurante donde desayunamos y comimos nos habían prometido llevarnos hasta las cascadas de la isla, a quince minutos andando por la selva. Cruzamos varias cabañas de madera, algunas para turistas, otras mas humildes donde viven los isleños, algunas convertidas en kioskos o mini mercados. Luego llegamos a un arroyo, de agua empantanada, que tuvimos que cruzar a pie, mojándonos hasta casi las rodillas. No era un río de agua limpia y costaba caminar. Era tan barroso el fondo que las chanclas se me quedaron pegadas en un momento y no podía avanzar. Vi como a otra chica camboyana le pasaba lo mismo. Lo mejor era sacarse las chanclas como los chicos.
Caminar descalza y que los pies se me hundieran en el barro del río no era nada agradable, incluso me daba asco, pero había que seguir adelante, ya no había marcha atrás. Seguí caminando quejándome y poniendo caras de asco mientras los niños camboyanos se reían de mí. Al final, suelo húmedo pero más firme nos esperaba.
Salí del pantano con ganas de ver las cataratas. Faltaba poco. Seguimos a nuestros guías improvisados, Racha y Oha que iban apartando maleza de la selva para pasar. Trepamos por unas roca sy ahí estaban, las ansiadas y hermosas cascadas. Unas pequeñas cataratas de agua limpia y fresca.
El agua caía con fuerza, masajeaba mi espalda, y en la caída formaba un arcoiris. Disfruté tanto de bañarme en las cascadas y jugar como una niña con los demás. Me pregunto si los niños camboyanos que jugaban conmigo se darán cuenta de semejante belleza que tienen todos los días a su alcance en esta isla paradisíaca…
Los chicos españoles que conocimos el día anterior, la pareja francesa, la pareja alemana y nuestros nuevos amigos camboyanos se habían ido a ver una laguna, más allá de las cascadas. Lavi y yo nos quedamos jugando con los niños, tomando el sol y viendo cómo jugaban felices con unas hojitas que al tirarlas hacia arriba caían luego como helicópteros. Si mis hermanos están leyendo esto, seguro se acuerdan de los helicópteros de la planta de la puerta de nuestra casa en Mar del Plata. ¡Qué lindos tiempos!
Cuando decidimos volver, los demás no habían regresado así que los niños se unieron a nosotros sin que se lo pidiéramos. Vinieron corriendo tras nosotras dos, por la jungla. Al llegar a la parte complica, parecía que el agua del río había aumentado y que el barro estaba más espeso. No sé si era real o solo una sensación pero me entró una especie de pánico absurdo y pedí a Ki, el niño más grande, que me diera la mano. Ian, el pequeño, le dio la mano a Lavi. Ahora mismo mi miedo a quedarme atrapada en ese lodo no tiene sentido pero en ese momento mi cara sería de terror porque el niño me apretó fuerte la mano y me ayudó. Se reía, por supuesto, pero me entendía de alguna manera. Y le agradecí tanto que estuviera ahí conmigo.
El día continuó sin mucho sobresalto. Nadamos, charlamos, comimos, caminamos, descansamos. Me adentré a la segunda línea de cabañas para descubrir a un isleño quemando basura junto a unas cabañas en construcción, un bar a medio camino y un naipe, un ocho de trébol, que me hizo acordar a Aniko Villalba de viajandoporahi que los coleccionaba.
También conocimos un argentino y un alemán que venían caminando desde el principio de la playa, o sea, una hora y media, y que habían cruzado antes la selva, o sea, otra hora. Más tarde, se los presentamos al resto del grupo, a lo que fue durante esos días nuestra familia, y nos tomamos unas cervezas juntos en el bar de Racha y Oha, los camboyanos, adonde regresamos después de cenar con un australiano y su mujer camboyana en su improvisado bar que parece que crece en temporada alta, pero que de momento, solo nos tuvo a nosotros de comensales. Ser los únicos fue genial. Cenar mirando el mar y las estrellas, en una caseta de madera y paja no tiene precio.
Era nuestra última noche y queríamos ver brillas el plancton así que a las diez de la noche, con la digestión bien hecha ya, algunos nos lanzamos al mar. ¿Por qué nunca había visto semejante maravilla? Seguro que quien ha visto brillar el plancton en la noche en medio del mar se burlará de mi en este momento pero les juro que para mi fue un descubrimiento absoluto y me divertí tanto que me sentía una niña pequeña con juguete nuevo.
Me di cuenta que no había perdido la capacidad de sorprenderme, que solo necesitaba un entorno nuevo, algo diferente, algo luminoso tal vez, que me hiciera despertar. ¿O me había despertado el agua de la catarata cayéndome en la cara? Esa noche, después de hacer brillar el mar con mi cuerpo, con mis piernas, mis manos y mis dedos, miré las estrellas, sentí el agua en mi piel, y me sentí viva. Y esa sensación fue maravillosa.
Jaja, claro que me acuerdo de la planta con las hojas de helicóptero… que fácil nos entreteníamos!
Lo del placton iluminado yo jamás había oído escuchado hablar de él. Se ve genial! Me voy a tener que hacer un viajesito por ahí para verlo 😀
Hola Romy, que bueno lo del placton iluminado. La foto de la cascada increíble,por cierto el agua como estaba? Fría? Me encanta leerte cada día. Que viaje tan espectacular,por cierto es viaje de placer o tb de trabajo?un fuerte beso desde Madrid. Sigo leyéndote.
Hola Pili. Este viaje es de placer y experiencias, de encuentro con otra cultura y conmigo misma. Cuando vuelva a Madrid a buscar trabajo! jeje 🙂 El agua estaba calentita.
Hola!!! voy en marzo a Camboya y pasaré unos días en esta isla, tengo muchísimas dudas de en que parte de la isla alojarme…lo que mas me interesa son dos cosas: la playa más bonita y turquesa de la isla, y que se vea por la noche el placton. ¿Podrías ayudarme por fa?
Un saludo enorme y mil gracias por adelantado!
Para mí la playa más bonita fue la de Sok San Long Beach porque no llega mucha gente como sí lo hace al puerto principal. Y el plancton lo vimos ahí mismo porque por la noche había pocas luces. Es cierto que depende de la temporada en que vayas, nosotras fuimos en octubre y aun no había empezado la temporada alta así que estuvimos muy a gustito.
Buen viaje!