Cuatro días en Villa Gesell y más

A las pocas semanas de llegar a Mar del Plata, en pleno verano argentino, nos asomamos a la costa atlántica: Villa Gesell, San Bernardo, Pinamar, Cariló, Mar azul. Fueron cuatro días estupendos, de tranquilidad, de campamento, playa, arena y mar. Y así comenzó mi propio viaje por Latinoamérica.
Viaje a Villa Gesell, Argentina, enero 2014

Cuando llegué a Argentina para celebrar el año nuevo no tenía un plan de viaje definido. A decir verdad, tenía una idea de lo que quería hacer, viajar y conocer mi país y los de alrededor sin dejar de trabajar pero tenía distintas ideas en mente y como era de esperar todo se fue dando de otra manera. Esto me suele pasar a menudo: yo planifico mientras la vida me va mostrando otros caminos.

El viaje por la costa atlántica no estaba en mis planes, o tal vez sí, ya no lo recuerdo. El tema es que necesitaba unos días de relax, desenchufar, dejar el celular en casa y dedicarme a sentir el viento, los pajaritos cantar y las olas del mar. Eso fue lo que tuvimos (mi novio y yo): unos días de paz y de aire puro acampando en Villa Gesell. Visitamos las ciudades y playas cercanas pero regresando siempre a cenar a Gesell donde dormíamos.

No nos tocaron días de mucho calor sino más bien lo contrario. Así que el primer día pudimos ir caminando desde el camping Afrika donde teníamos armada nuestra carpa hasta la playa de Gesell. Habíamos elegido un camping tranquilo, sin recitales por la noche, sin pileta ni juegos, simplemente un espacio donde estar en silencio, leyendo un libro, escuchando el sonido de la naturaleza, observando el fuego al calentar la pava para los mates o un té por la mañana. Y lo conseguimos.

Fueron días de mucho viento, algo normal por estos pagos, y en las playas de Gesell no había un alma. Los cuatro gatos que fuimos ese día de semana a la playa teníamos las inmensas arenas de Villa Gesell para nosotros solos pero todos estábamos igual: buscando un médano donde refugiarnos del viento que soplaba y hacía picar la arena muy fuerte. Aprovechamos para descansar, tomar unos mates y jugar a las cartas. ¿Por qué solo juego a las cartas cuando voy a la playa? ¿Les pasa lo mismo? De chica, jugaba por las tardes en casa de mi abuela pero con el tiempo se quedó relegado a un juego de playa.

Cuatro días en Gesell se convertían en un viaje muy corto y tranquilo si no nos acercábamos a San Bernardo, ciudad que hace rato quería conocer y de la que tanto hablaban últimamente mis amigas de Mar del Plata y algún taxista de Capital. Así que al segundo día de estar en Gesell nos fuimos para allá a pasar el día, a conocer sus playas y jugar un rato a la paleta en la arena dura de la orilla. El mar tenía unas olas hermosas y el sol nos estaba abrasando así que no dudamos en meternos al agua que estaba bien fría, como es normal en el Atlántico. Nos divertimos tanto saltando las olas como dos adolescentes. Ya no recordaba lo que era saltar las olas de semejante manera. ¡Qué hermoso cuando uno se siente así de feliz con algo tan insignificante! Es genial.

Por la noche, fuimos a caminar por el Paseo de las Artesanías de Gesell. Esos paseos son parecidos en todas las ciudades de la Costa Atlántica pero me encanta ver los trabajos artesanales, los colores de los tejidos a croché y descubrir alguna idea nueva para tejer o para armar. Además, caminando es como se descubren las ciudades, su gente y fue caminando por Gesell también como descubrimos varios artistas callejeros que nos hicieron pasar un lindo rato, riendo o sorprendiéndonos con malabares y magia. Me recordó a la primera y única vez que estuve en Villa Gesell cuando tenía nueve años y fuimos con la familia a festejar que «llegaban los reyes magos». Desde entonces, muchas cosas cambiaron en Gesell y en mi vida pero había algo en aquel paseo que me hacía pensar que la esencia de esta hermosa ciudad costera estaba en pie.

Otro de los días fuimos a recorrer Cariló, a dar una vuelta, respirar aire puro, admirar chaléts impresionantes y cabañas de madera entrañables, charlar un rato, comer dulces, tocar los árboles. Nunca había estado en Cariló y me sorprendió que fuera tan grande y su centro (unas cuantas casonas de madera convertidos en locales comerciales de precios elevados) fuera tan concurrido. Por los coches estacionados alrededor del nuestro, por las casonas y por los precios de todo pudimos notar que es la localidad con más lujo de la zona. Los precios fuero los que nos hicieron desistir de la idea de merendar en Cariló y volver a Gesell, a nuestro ya adorado camping.

Cuatro días en Villa Gesell se pasan rápido pero aún nos quedaba algún lugar por conocer. Otro destino fue Mar de las Pampas, donde el paisaje boscoso se parecía a lo que vimos en Cariló así que decidimos ir directo a la playa pero nos confundimos y terminamos en Mar Azul. Ahí nos encontramos con lindas playas abiertas al pie de unos chalets de lujo. Pero también había pequeños médanos de arena fina que daban la sensación de playa salvaje a pesar de tener cerca la urbanización. Muy distinta sensación de la que se siente en las playas de San Bernardo o Pinamar, playas mucho más turísticas, mucho más comerciales.

Nuestro último destino de este rincón de la Costa Atlántica fue Pinamar. La verdad es que no es un lugar que me haya trasmitido mucho: demasiada gente en la playa, demasiada gente en todos lados. Paseamos un poco, nos tomamos un helado y nos fuimos. La paz que buscábamos no estaba ahí y sí en Gesell así que volvimos al camping, al descanso de un atardecer con sabor a sal mezclado con el aroma de la corteza quemándose en un fuego improvisado que anticipaba la cena de la última noche.

Con nuestro regreso a Mar del Plata dimos por finalizados nuestros cuatro días de escape, de paz y de descanso. Nos esperaban más viajes y más aventuras en este 2014.

Calles de arena en las localidades de la Costa Atlántica, enero 2014

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