Viajando por Camboya como local

Cuando salí de Siem Reap en mini van ayer por la mañana camino a Phnom Pehn sabía que tenía seis horas de viaje en un transporte estrecho y rodeada de camboyanos pero no fui consciente hasta qué punto esto me iba a marcar mi día y parte de la experiencia de mi viaje por Asia.

De Siem Reap a Phnom Penh, Camboya, Octubre 2015
De Siem Reap a Phnom Penh, Camboya, Octubre 2015

Me tocó sentarme junto a dos camboyanas, una mujer mayor y otra joven. Al principio pensé que sería un viaje super interesante porque podría ir comentando con ellas sobre los paisajes y preguntando cosas ya que la gente acá es muy amable, pero al poco de salir de la ciudad, noté que pasaban de mi. Intenté preguntar alguna tontería a la mujer mayor y me sonrió sin responder. Bien, no habla inglés, lo capto. ¿Y ahora? ¿Cómo me comunico? La mujer más joven se durmió. Y al rato yo también me dormí.

Al cabo de dos horas y media, paramos a comer pero yo no tenía idea qué hacer así que seguí a la mujer mayor. Entramos en un restaurante de estos de ruta. Y cuando se dio cuenta que la seguía me indicó una mesa y se fue al baño. Me senté a la mesa y pedí mi desayuno/almuerzo. A los cinco minutos, la mujer mayor estaba sentándose a la mesa conmigo y sonriendo. Perfecto, quería compartir la comida conmigo. Yo feliz de poder entablar relación con ella aunque fuera a través de sonidos y gestos pero la cosa no pintaba fácil. Le pregunté qué era eso que tomaba (un líquido rosa en un vaso con hielo al que luego agregó leche de una lata) y me respondió con un nombre impronunciable. Bien, avanzabamos. Teníamos una conversación. Me ofreció su leche con cirope o algo así y la rechacé agradecida. Le ofrecí de mi comida y me dijo «ñam» y algo más que entendí como «no, come tú». Ya sabía que «ñam» era comer porque me lo había enseñado mi amigo del tuk-tuk en Siem Reap así que fue fácil.

Salimos del restaurante gracias a que ella me avisó que estaban llamándonos. No sé que me dijo pero lo entendí con gestos. Salimos juntas. Y una vez en la mini van otra vez volví a intentar hablarle en inglés lentamente. Nada. No había caso, no entendía ni pronunciaba ni una palabra en inglés. Pero la sonrisa me reconfortó. Así que saqué mi guía de viaje y busqué en el apartado de idiomas el jemer, el idioma de Camboya. Busqué una frase fácil: «chhmoh robsa anak chea avei?» (¿Cómo te llamas?) pero creo que no debí haberla pronunciado bien porque me miró extrañada y tomó el libro en sus manos y leyó mi frase en jemer porque se ve que no entendía las letras de nuestro idioma. Y me dijo «Oh, Mom». No podía llamarse de otra manera! Era genial: mom, como mamá en inglés. Era mi mamá camboyana.

Las horas pasaron y la mujer siempre estaba pendiente de mi, me ofreció sentarme con ella en un banco cuando bajamos en una estación de servicio y también me ofreció bebida y comida. Los demás me miraban y sonreían. Supongo que pensarían qué hace esta loca occidental tan lejos de su tierra acá viajando en una mini van por Camboya con nosotros. O quizás les hacía gracia mi forma de vestir. A saber! El asunto es que después de unas horas, la mujer joven me ofreció fruta en inglés. Sí! por fin! podría comunicarme. Empezamos a hablar de mil cosas. La fruta estaba buenísima, por cierto. Era algo parecido al lichi pero mas dulce y por fuera tiene una cáscara más dura.

Fruta: Rambutan o mamón chino, Camboya, 2015
Fruta: Rambutan o mamón chino, Camboya, 2015

La mujer joven y yo hablamos de nuestras vidas, de nuestras familias, de nuestros intereses, de la corrupción en Camboya, en España, en el mundo en general; hablamos de los salarios, de la situación económica del país, y de otras tantas cosas que nos venían a la cabeza. ¿Sabían que el salario mínimo en Camboya es de 150 dólares? Sin embargo, el costo de vida es mucho más alto. Y si un camboyano se quiere ir a vivir a otro país lo tiene muy difícil ya que el pasaporte cuesta 600 dólares y una visa de trabajo en un país vecino es muy difícil de conseguir. También me enteré que van a las fiestas de boda con vestidos super elegantes y que las bodas duran dos días y se come y baila mucho. Pero solo los ricos se van de viaje de luna de miel.

Comida y bebida en una Boda Camboyana
Comida y bebida en una Boda Camboyana – fuente: Google

Al cabo de un rato, la mujer mayor sacó un álbum de fotos y me mostró a su familia y empezó a explicarme quiénes eran. Obviamente no entendía nada así que necesité de la traducción de mi nueva amiga camboyana. Fue muy entretenido, la verdad. Terminamos las tres mostrándonos fotos de nuestras familias y riendo por las traducciones simultáneas. Aprendí a decir hermosa («saat») y recibí los mejores deseos de ambas de que mi viaje fuera bien y que pronto fuera bendecida con hijos. Nos despedimos con un «hasta pronto, espero volver a verte» y me sentí muy feliz por haber viajado con gente local y poder entenderlos un poco más.

Más tarde, paseando por Phnom Pehn, bajo un calor y una humedad insoportable, visitando el monumento a la Independencia camboyana de Francia, viendo pasar miles y miles de motos y tuk-tuk tocando bocina y cruzándose de un lado al otro, me acordé de ellas. De esas dos mujeres tan tranquilas que me transmitieron paz en mi viaje. Me quedé pensando en ellas, la mayor que me cuidó como si fuera mi madre aunque no entendiera una papa de lo que yo decía; y la joven que compartió conmigo su historia de vida, sus costumbres y sus preocupaciones. Pensaba en el amor que sienten por sus hijas, por su gente, en lo importante que es para ellas compartir un día con sus familias en el campo o viajar a otra ciudad para verlas. Me quedé pensando en ellas y en que al fin y al cabo no somos tan distintas. ¿No creen?

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